Historia del turboalimentador 

Desde Turbo3 os explicamos la historia del turboalimentador, contada de la mano de BorgWarner, una de las mejores marcas de turbos de la cual somos distribuidores oficiales. 

La historia del turboalimentador es casi tan antigua como la del motor de combustión interna. Ya en 1885 y 1896, Gottlieb Daimler y Rudolf Diesel investigaron como incrementar la potencia y reducir el consumo de combustible de sus motores mediante la precompresión del aire de combustión. En 1925, el ingeniero suizo Alfred Büchi fue el primero en lograr la turboalimentación por gases de escape, obteniendo un aumento de potencia superior al 40 %. Esto marcó el inicio de la introducción paulatina de la turboalimentación en la industria automovilística.

Las primeras aplicaciones del turbocompresor se limitaban a motores enormes, como los motores marinos. En la industria de motores para automóviles, la turboalimentación empezó aplicándose a motores de camiones. En 1938, se construyó el primer motor con turboalimentado para camiones a cargo de la sociedad «Swiss Machine Works Saurer «.

El Chevrolet Corvair Monza y el Oldsmobile Jetfire fueron los dos primeros turismos dotados de turbocompresor e hicieron su debut en el mercado estadounidense en 1962/63. A pesar del gigantesco gasto técnico, su escasa fiabilidad hizo que desaparecieran pronto del mercado.

Tras la primera crisis del petróleo en 1973, la turboalimentación fue más aceptada en aplicaciones diésel comerciales. Hasta entonces, los elevados costes de las inversiones en turboalimentación sólo se veían compensados por el ahorro en el coste del combustible, que era mínimo. El aumento en las restricciones de la normativa sobre emisiones a finales de los 80 derivó en un aumento del número de motores de camión dotados de turbocompresor hasta el punto que hoy día todos los motores de camiones disponen de turbo compresión.

En los 70, con la introducción del turbocompresor en el deporte del motor, sobretodo en las carreras de Fórmula I, el motor turbocompresor para turismos adquirió una gran popularidad.

La palabra «turbo» se puso muy de moda. En aquel entonces, la práctica total de los fabricantes de coches ofrecían al menos dos modelos de gama alta equipados con motor de gasolina turboalimentado. Sin embargo, este fenómeno desapareció al cabo de unos años puesto que, aunque el motor turbo de gasolina era más potente, no era económico. Más aún, el “retraso del turbo”, la respuesta retardada de los turbocompresores, en aquel momento todavía era relativamente grande y no gozaba de aceptación entre la mayoría de los clientes.

El gran descubrimiento

El gran descubrimiento en turboalimentación para turismos llegó en 1978 con la introducción del primer motor turbo diésel para turismos en el Mercedes-Benz 300 SD, seguido del VW Golf Turbo Diesel en 1981. Gracias al turbocompresor, se podía incrementar la eficiencia del coche con motor diésel, manteniendo prácticamente la misma “manejabilidad” que un motor de gasolina y con una reducción significativa de las emisiones.

En la actualidad

En la actualidad, la turboalimentación en motores de gasolina ya no se ve primordialmente desde la óptica de las prestaciones, sino que se contempla como una forma de reducir el consumo de combustible y, por tanto, la contaminación ambiental, gracias a la reducción en las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Hoy día, la razón principal de aplicar la turboalimentación radica en el aprovechamiento de la energía de los gases de escape para reducir el consumo de combustible y las emisiones.